jueves, 9 de abril de 2009

Ni una gota de leche

Antes de salir para el country, mi mamá preparó el bolso, mientras mi papá me calentaba la leche en un jarrito marrón. El primer microondas lo compramos mucho tiempo después.
Cuando me trajo el desayuno, el vaso y la leche estaban calientes, muy calientes y empecé a quejarme. Al tomarla me quemé la lengua, y grité. Mi papá agarró otro vaso y empezó a traspasar la leche de uno a otro enfriandola, pero la enfrió de más y ahí empezó todo.
Que fría, que caliente. Que fría, que caliente.
- Si no la tomas te la pongo de sombrero -me dijo sin darme demasiadas opciones.
Yo intentaba tomarla dando sorbitos cortos esquivando la nata que se había formado. Hasta llegué a escupir un poco adentro del vaso.
Y él cumplió con su palabra. Lo agarró y lo volcó entero sobre mi pelo, la leche empezó a caer espesa sobre mi frente, sobre mis hombros hasta llegar a la remera limpia. Por suerte no era mi preferida.
Él no se inmutó, puso el vaso sobre la mesa, me tiró un repasador.
– Limpiate -me dijo sin mirarme.
Yo seguía con la boca abierta, ni lloré creo. Me pasé el repasador por los ojos, y fui al baño. Agarre una toalla y me senté en el borde de la bañadera cuando escuché detrás de la puerta. – No se te ocurra bañarte -
Mi mamá entró y me agarró con la mano que tenía libre, en la otra cargaba una bolsa con comida, me arrastró hasta la puerta.

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