martes, 21 de julio de 2009

ABBA

La ciudad está vacía. Nadie camina por las calles. Los negocios tienen las persianas bajas. Algunos cierran con doble reja. Otros con tres candados pesados. Sólo se escucha a lo lejos el ruido de las olas, como un sonido a destiempo. Después de las diez de la noche recomiendan quedarse adentro. Silvia lo leyó en Internet, cuando compró el pasaje. En la página de la agencia había un rectángulo rojo que decía: SI SOS MUJER, CUIDATE.
Los buenos hoteles, los más caros son como pequeñas ciudades. Tienen varios restaurantes temáticos, Internet wii fi, pileta climatizada, gimnasio, y un par de negocios donde comprar souvenirs. También se puede pedir la comida a la habitación. La 202 tiene cama king size, pantalla plana y jacuzzi.
Silvia mira las luces de la calle desde la ventana del segundo piso. El vidrio está rayado. Parece empañado, pero está sucio. Ella hace años que usa lentes de contacto. Hace años que no ve nítidamente. Tiene 3.75 de aumento en el ojo derecho, y 3.50 en el izquierdo. Astigmatismo o miopía, nunca se acuerda. Ya se sacó el jean y los zapatos. Camina en medias de un extremo al otro de la habitación. Siente la alfombra gastada y rasposa. Todavía tiene los pies hinchados. Al bajarse del avión, los sentía tan deformes que no pudo ponerse los zapatos. No le entraban y tuvo que usarlos como chancletas, con los talones al aire. En el Free Shop compró el perfume One de Calvin Klein, y un par de chocolates para Mario. Aunque después se dio cuenta que se estaba yendo y no volviendo.
- San Pablo es una ciudad inmensa. Alucinante pero peligrosa –le dice él por teléfono.
Unos minutos antes, ella le había contado que apenas pisó suelo brasileño, su jefe le confirmó el traslado de la empresa.
– Ya voy a ver cómo me las arreglo –contesta ella mientras abre su valija buscando algo más cómodo para ponerse. Cinco minutos más tarde corta y como no se decide por nada, agarra el folleto del hotel. Mientras mira por la ventana, se pregunta dónde dejó el libro que había estado leyendo antes de llamar a Mario a Buenos Aires. Pero como no lo encuentra agarra la revista del diario y lee su horóscopo.

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