viernes, 27 de febrero de 2009

lo cotidiano

Con una milanesa de soja vegetalex me preparo dos sandwichitos de pan lactal, salsa golf – mezclando mayonesa y ketchup – y papas fritas de paquete. Dejo plantadas a “ las chicas del club “ con sus novios. Hasta las nueve tenemos una mesa en Morelia, y yo a esa hora estoy entrando a la ducha. Le mando un mensajito a flor – se me hizo tarde, no creo que vaya – y no voy. Después vamos a ir a ver a la esposa de Wainraich a un teatro del centro. Odio los monólogos. No voy a ir. Me voy a acostar temprano. De ayer a hoy dormí seis horas. Compré otro libro, fui al Abasto por unas ojotas y una pollera de jean, pero terminé comprando un colador para fideos, dos bowls retro y un libro. Escucho a Susana Giménez sacada. Mataron a su decorador.
Ayer me dijo que soy graciosa y no entiendo por qué. Yo le dije – por mail - que las faltas de ortografía y los lugares comunes des-erotizan a cualquiera, pero me lo decía a mi misma. Es como lo de la pala, el auto-flagelo. Como la bolita en la boca el día del recital.
¿Por qué Juan Carlos Gomez – quien no conozco - me manda textos de Gombrowicz por mail? Mañana me gustaría comprar dos caballetes – ya tengo la tabla de madera – para la terraza y unos silloncitos usados de un cuerpo. Voy a gastar mi aguinaldo. Lo tengo guardado en el bolsillo delantero de mi campera amarilla. Ahora comería helado de menta granizada, pero todo me da demasiada fiaca.
Al mediodía me escapé del trabajo y camine dos cuadras por Uriburu, doble en Córdoba por la facultad de Económicas y seguí por Junín hasta el Rojas. No conseguí lo que buscaba. Volví acalorada, desilusionada por las mismas cuadras. Le grité a mi hermano sutilmente – sin tanta mente.
No satisfacer a la demanda. Un término psicoanaliticamente correcto.

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